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JOHNNY ABBES GARCIA: UN TORTURADOR IMPLACABLE

LECTURAS por SANTIAGO ESTRELLA VELOZ
Johnny Abbes García: un torturador implacable Johnny Abbes y su amante mexicana Guadalupe Lemus.Son pocos los esbirros que hayan dado muestras de tanta crueldad como Johnny Abbes García, quien llegó a ocupar el cargo de Jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), con rango de coronel del Ejército. La sola mención de su nombre causaba pánico entre civiles y militares, incluyendo a generales de cualquier rama.

El SIM era el aparato de investigación política y represión contra los opositores del generalísimo y dictador Rafael Leonidas Trujillo, luego de que en mayo de 1958 se le encargara a Abbes García el mando de una Oficina de Seguridad Nacional que inicialmente procuraba obtener informaciones de las actividades de los antitrujillistas en el exterior. Esa oficina comenzó a operar con buenos resultados desde el punto de vista trujillista.

Los agentes del SIM utilizaban para moverse automóviles Volkswagen conocido como "cepillos" o "escarabajos", cuyo peculiar sonido del motor se convirtió en un amenazante ruido para la población. La voz popular decía-algo incierto- que a través de sus antenas, esos carritos eran capaces de detectar las transmisiones radiales de los exiliados dominicanos en Venezuela y Puerto Rico, mientras eran escuchadas por ciudadanos adversos de la tiranía.

El SIM fue una poderosa organización que aterrorizaba a la población con crímenes y torturas, teniendo en su nómina a miles de agentes secretos diseminados en todo el país, entre los que había desde limpiabotas y altos funcionarios hasta oficiales militares, médicos, periodistas, fotógrafos y abogados. Entre sus funciones estaban las de vigilar a la población para atemorizarla, delatar a los detractores de Trujillo y torturarles, en miles de casos hasta la muerte. El SIM tenía varios centros de torturas donde se sometía a los prisioneros a los más crueles e infernales suplicios ordenados por Johnny Abbes. El más terrorífico de ellos era la cárcel de La 40, donde se encuentra hoy el barrio Las Flores, al norte de Santo Domingo.

La crueldad y del sadismo de Abbes García eran legendarios. Por órdenes suyas fueron torturados y asesinados muchos de los disidentes que fueron encarcelados por los servicios de inteligencia dominicanos, principalmente los miembros del Movimiento Clandestino 14 de Junio, apresados en una redada nacional en enero de 1960. Durante los últimos tres años de la dictadura, Johnny Abbes era la persona que más influía sobre Trujillo y el que mejor armonizó con los perversos sentimientos del dictador.

Johnny Abbes García era hijo del alemán George Abbes y de la dominicana Altagracia García Alardo. Había nacido en Santo Domingo el 27 de marzo de 1924 y cursó sus estudios primarios con los sacerdotes franciscanos, al lado de la iglesia de Las Mercedes y, más tarde, en el Colegio Santo Domingo. En su juventud, siempre se codeó con jóvenes de difícil temperamento, algunos amantes del desorden. Conocidos suyos afirman que incluso llegó a incursionar en el boxeo aficionado. Según narra el historiador militar y general retirado José Miguel Soto Jiménez la madre de Abbes García doña, doña Tatá García, "dominicana por los cuatro costados", era una mujer querida por sus apegos religiosos, su inclinación al hogar y sus buenas costumbres. Al decir de algunas mujeres, en plena pubertad era bien parecido, aunque un tanto desabrido, "incoloro, insípido e inodoro". Como la mayoría de los muchachos de su vecindario, sus horas libres las pasaba gastando la antigüedad de la calle del Conde, con paseos interminables de vitrinas, cafeterías y escaparates. Un amigo periodista que le conoció bien, lo recuerda tal como lo conmemoran los demás. Sin embargo, influenciado quizás por la forma en que culminó su vida, nos dice que había desde siempre algo extraño en su mirada, que denunciaba "alguna cosa desagradable que no se podía explicar". Esta perspectiva de su primera edad, podría causar "grima", si lucubramos que un hombre como él, en efecto nada singular, pudo pasar desapercibido, sumergido en su mediocridad ritual, macerando en los bajos fondos de su cotidianidad trivial, la tenebrosa personalidad que fue después. Como si muchos como él, estuvieran con nosotros, en la misma oficina, hablando "pendejadas" de lo más normal en cualquier sitio, tropezándose con alguien en las esquinas, compartiendo el café, la cerveza, el cigarrillo, o simplemente discutiendo en el bar, sobre pelota, baloncesto o balonmano. Porque en otro aspecto, siempre tuvo por el deporte y sus mas variadas manifestaciones, una atracción oportunista que lo llevaría, no a practicarlos, cosa que nunca hizo, sino a convertirse en "cronista deportivo", modalidad periodística, que le dio a su intrascendencia, no solo la pose de autoridad del entendido en esas cosas, sino también, la de un vehículo de penetración social, que lo sacaría de